Por Orlando Benítez Quintero y Alex Pájaro Mosquera
"Señores, los invitamos a una reunión".
Con esas palabras los 15 hombres encapuchados que llegaron la tarde del domingo 18 de julio a la vereda Colonia El 72, perteneciente al corregimiento Villa Fátima, en zona rural del municipio Buenavista, llevaron a media docena de hombres a una cita con la muerte.
No se les veía la cara, un trapo o un poncho les servía de capucha. Iban fuertemente armados y traían afilados machetes amarrados al cinto.
El primero en ser invitado fue Abraham Lozano Martínez, un campesino del caserío, quien era operador de motosierra y jornalero. Abraham se acababa de bajar de su moto cuando fue abordado por uno de los encapuchados, quien le pidió que lo siguiera hasta la escuela y le quitó el celular. Él, atemorizado, no opuso resistencia y siguió a pié la marcha con el grupo de desconocidos.
Pocos metros después, estaba Jairo Miguel Martínez Torres, encaramado poniéndole un plástico al techo de los billares que estaba montando en El 72. Bajó por la escalera al escuchar el llamado y junto a Abraham continuaron el paso hacia un sangriento final.
Entraron a un potrero y debajo de un frondoso árbol degollaron de un machetazo a Jairo Miguel. Mientras Abraham veía derramar la sangre de su primo.
Volvieron al camino y antes de que pidiera compasión, uno de los encapuchados desenfundó su rula y se la deslizó con fuerza por la garganta. Allí murió desangrado Abraham, el charco de sangre quedó en el lugar reemplazando el olor fresco de los pastizales por el desagradable olor a muerte.
Pero el sangriento recorrido había empezado antes de estos dos ajusticiamientos. Dos kilómetros antes de encontrarse con Abraham, los encapuchados entraron al campamento Volantín, de la hacienda La Uruguaya, y allí degollaron a un menor de 14 años de edad. Se trataba de Andrés Felipe Lozano, hijo de Abraham.
Los verdugos no detuvieron su criminal caminata y más adelante se toparon con Raúl Ignacio Martínez Torres, hermano de Jairo Miguel, primo de Abraham y de Andrés Felipe. Él caminó junto a ellos unos dos kilómetros hasta cuando decidieron quitarle la vida de la misma forma como lo hicieron con sus tres parientes.
Es aquí cuando termina trágicamente el suplicio para la familia Lozano Martínez e inicia el calvario para los Hernández. Ellos, sin sospechar que las manos de los 15 hombres venían manchadas de sangre conocida, recibieron la misma invitación. Sin forma alguna de poder resistirse, el joven Néver Manuel Acevedo Hernández y su tío Rafael Enrique Hernández se sumaron a la macabra marcha. No se sabe quién cayó primero, pero la sangre de los dos corrió y manchó la tierra, eran chorros que brotaban de sus gargantas.
El escuadrón de la muerte de esa tarde-noche en la vereda Colonia El 72, esparció los seis cuerpos en un radio de acción de ocho kilómetros.
Fue silencioso, porque a pesar de que el comando de encapuchados portaba sofisticadas armas de fuego de largo alcance, no las utilizaron. Nadie escuchó nada y ninguno de los que supo del paso de este grupo criminal se atrevió a averiguar que había pasado esa noche. Temerosos prefirieron refugiarse en sus casas de bahareque y tabla a esperar el día.
Todo indica que los asesinos prefirieron las armas blancas para ejecutar a sus víctimas, no querían hacer ruido porque en horas de la tarde, antes de su incursión, hombres de la Policía habían realizado un patrullaje de rutina por el pueblo.
Una vez el comando armado creyó haber cumplido su misión salieron del caserío de la misma forma en la que ingresaron, a pie y silenciosamente.
Ellos se habían encargado de que sus víctimas se reunieran con la muerte.
Las víctimas
-Jairo Miguel Martínez Torres,
de 42 años, había llegado a la Colonia El 72, procedente de Buenavista, con la intención de montar allí una cantina, junto a su compañera sentimental, con quien llevaba compartiendo apenas un mes. La muerte le impidió terminar su proyecto.
-Raúl Ignacio Martínez Torres
, tenía 36 años de edad, vivía en esa población junto a su mujer y sus cinco hijos, más otro que viene en camino. Era aserrador y jornalero.
-Abraham Lozano Martínez,
de 40 años de edad, era un campesino de la región. Años atrás había trabajado como carnicero en Buenavista. Dejó a su esposa y a seis hijos.
-Andrés Felipe Lozano,
de 14 años de edad, hijo de Abraham Lozano Martínez.
-Rafael Enrique Hernández Acevedo,
de 65 años de edad, era nativo de esa zona y se dedicaba a labores del campo.
-Néver Manuel Acevedo Hernández,
de 24 años de edad, sobrino de Rafael Enrique Hernández Acevedo. Había llegado hacía 8 días a El 72, después de trabajar algún tiempo en el Bajo Cauca antioqueño.
"Fueron ‘los paisas’"
El comandante de la Policía en Córdoba, coronel Pedro Angelo Franco Sanabria, dijo que el grupo de hombres que ejecutó la masacre se identificó como integrante de la banda criminal ‘los paisas’. El oficial manifestó que la masacre podría ser una retaliación, tras la captura de un miembro de esa organización criminal ese mismo día, a las 3:30 de la tarde, es decir, dos horas antes de la masacre. El coronel señaló que al individuo capturado se le halló una pistola, 45 cartuchos para la misma y un radio portátil. "A este sujeto se le va a incriminar por estos dolorosos hechos", apuntó Franco Sanabria.
Asumen el control
El comandante de la Brigada 11 del Ejército, coronel, Juan Pablo Forero Tascón, dijo que ya fue enviado un pelotón de soldados a la zona con la misión de perseguir y dar captura a los autores materiales de la cruenta acción en El 72. El oficial manifestó que esta matanza ocurrió a escasos 20 kilómetros, en línea recta, de la vereda Los Córdobas, sitio donde el pasado 29 de junio fueron masacradas cinco personas. Una acción que le fue atribuida a ‘las águilas negras’.
"Señores, los invitamos a una reunión".
Con esas palabras los 15 hombres encapuchados que llegaron la tarde del domingo 18 de julio a la vereda Colonia El 72, perteneciente al corregimiento Villa Fátima, en zona rural del municipio Buenavista, llevaron a media docena de hombres a una cita con la muerte.
No se les veía la cara, un trapo o un poncho les servía de capucha. Iban fuertemente armados y traían afilados machetes amarrados al cinto.
El primero en ser invitado fue Abraham Lozano Martínez, un campesino del caserío, quien era operador de motosierra y jornalero. Abraham se acababa de bajar de su moto cuando fue abordado por uno de los encapuchados, quien le pidió que lo siguiera hasta la escuela y le quitó el celular. Él, atemorizado, no opuso resistencia y siguió a pié la marcha con el grupo de desconocidos.
Pocos metros después, estaba Jairo Miguel Martínez Torres, encaramado poniéndole un plástico al techo de los billares que estaba montando en El 72. Bajó por la escalera al escuchar el llamado y junto a Abraham continuaron el paso hacia un sangriento final.
Entraron a un potrero y debajo de un frondoso árbol degollaron de un machetazo a Jairo Miguel. Mientras Abraham veía derramar la sangre de su primo.
Volvieron al camino y antes de que pidiera compasión, uno de los encapuchados desenfundó su rula y se la deslizó con fuerza por la garganta. Allí murió desangrado Abraham, el charco de sangre quedó en el lugar reemplazando el olor fresco de los pastizales por el desagradable olor a muerte.
Pero el sangriento recorrido había empezado antes de estos dos ajusticiamientos. Dos kilómetros antes de encontrarse con Abraham, los encapuchados entraron al campamento Volantín, de la hacienda La Uruguaya, y allí degollaron a un menor de 14 años de edad. Se trataba de Andrés Felipe Lozano, hijo de Abraham.
Los verdugos no detuvieron su criminal caminata y más adelante se toparon con Raúl Ignacio Martínez Torres, hermano de Jairo Miguel, primo de Abraham y de Andrés Felipe. Él caminó junto a ellos unos dos kilómetros hasta cuando decidieron quitarle la vida de la misma forma como lo hicieron con sus tres parientes.
Es aquí cuando termina trágicamente el suplicio para la familia Lozano Martínez e inicia el calvario para los Hernández. Ellos, sin sospechar que las manos de los 15 hombres venían manchadas de sangre conocida, recibieron la misma invitación. Sin forma alguna de poder resistirse, el joven Néver Manuel Acevedo Hernández y su tío Rafael Enrique Hernández se sumaron a la macabra marcha. No se sabe quién cayó primero, pero la sangre de los dos corrió y manchó la tierra, eran chorros que brotaban de sus gargantas.
El escuadrón de la muerte de esa tarde-noche en la vereda Colonia El 72, esparció los seis cuerpos en un radio de acción de ocho kilómetros.
Fue silencioso, porque a pesar de que el comando de encapuchados portaba sofisticadas armas de fuego de largo alcance, no las utilizaron. Nadie escuchó nada y ninguno de los que supo del paso de este grupo criminal se atrevió a averiguar que había pasado esa noche. Temerosos prefirieron refugiarse en sus casas de bahareque y tabla a esperar el día.
Todo indica que los asesinos prefirieron las armas blancas para ejecutar a sus víctimas, no querían hacer ruido porque en horas de la tarde, antes de su incursión, hombres de la Policía habían realizado un patrullaje de rutina por el pueblo.
Una vez el comando armado creyó haber cumplido su misión salieron del caserío de la misma forma en la que ingresaron, a pie y silenciosamente.
Ellos se habían encargado de que sus víctimas se reunieran con la muerte.
Las víctimas
-Jairo Miguel Martínez Torres,
de 42 años, había llegado a la Colonia El 72, procedente de Buenavista, con la intención de montar allí una cantina, junto a su compañera sentimental, con quien llevaba compartiendo apenas un mes. La muerte le impidió terminar su proyecto.
-Raúl Ignacio Martínez Torres
, tenía 36 años de edad, vivía en esa población junto a su mujer y sus cinco hijos, más otro que viene en camino. Era aserrador y jornalero.
-Abraham Lozano Martínez,
de 40 años de edad, era un campesino de la región. Años atrás había trabajado como carnicero en Buenavista. Dejó a su esposa y a seis hijos.
-Andrés Felipe Lozano,
de 14 años de edad, hijo de Abraham Lozano Martínez.
-Rafael Enrique Hernández Acevedo,
de 65 años de edad, era nativo de esa zona y se dedicaba a labores del campo.
-Néver Manuel Acevedo Hernández,
de 24 años de edad, sobrino de Rafael Enrique Hernández Acevedo. Había llegado hacía 8 días a El 72, después de trabajar algún tiempo en el Bajo Cauca antioqueño.
"Fueron ‘los paisas’"
El comandante de la Policía en Córdoba, coronel Pedro Angelo Franco Sanabria, dijo que el grupo de hombres que ejecutó la masacre se identificó como integrante de la banda criminal ‘los paisas’. El oficial manifestó que la masacre podría ser una retaliación, tras la captura de un miembro de esa organización criminal ese mismo día, a las 3:30 de la tarde, es decir, dos horas antes de la masacre. El coronel señaló que al individuo capturado se le halló una pistola, 45 cartuchos para la misma y un radio portátil. "A este sujeto se le va a incriminar por estos dolorosos hechos", apuntó Franco Sanabria.
Asumen el control
El comandante de la Brigada 11 del Ejército, coronel, Juan Pablo Forero Tascón, dijo que ya fue enviado un pelotón de soldados a la zona con la misión de perseguir y dar captura a los autores materiales de la cruenta acción en El 72. El oficial manifestó que esta matanza ocurrió a escasos 20 kilómetros, en línea recta, de la vereda Los Córdobas, sitio donde el pasado 29 de junio fueron masacradas cinco personas. Una acción que le fue atribuida a ‘las águilas negras’.
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