lunes, 4 de abril de 2011

Una noche en la bahía de Pasatiempo

Por Orlando Benítez Quintero
Es una jornada ‘hueso’, una de esas en las que ‘se pega la aguja’, en la que escasamente alcanzan a reunir la tarifa para cumplirle a sus patrones. Por eso la noche del miércoles 30 abril, previa a la quincena, es la ideal para acudir a la cita con los taxistas de la bahía del barrio Pasatiempo, en Montería. Los personajes que mejor conocen la vida noctámbula de la ciudad tienen un rato para hacer un pare y mostrarnos la realidad de su oficio entre las sombras de la noche. El reloj marca las 10:00 p.m. y rápidamente la calle 27, entre el Sena y el SAO, frente a la glorieta de la Circunvalar, se empieza a colmar de amarillo. Los verdaderos patrulleros de la noche empiezan a parquear sus carros, a saludarse sonrientes, otros ni siquiera lo hacen sino que se van directo sobre el andén, al puesto de comidas de Eni y Gaspar, a raspar la olla, a ponerse al día con la comida que les retrasó el voleo. No tardan en hacer una rueda y empezar a hablar de todo, opinan de lo que pasa de Japón con la radiación nuclear después del tsunami, del conflicto en Libia; de la última pataleta del Teo Gutiérrez, se echan un chiste, y también hablan del último chasco de cualquiera en su hábitat: la calle, en la oscura noche de la capital de Córdoba. De un tajo terminan poniendo de manifiesto lo ingrato de un trabajo que le sirve a la gente y al que, según ellos, no se le da el valor necesario. El memorial de agravios es largo. “No tenemos seguridad social ni seguro de vida y arriesgamos la vida a cada rato. Aquí no nos pagan liquidación, ninguna prestación, estamos desamparados, o sea hermano, no nos valoran”, opina uno de ellos en la reunión, prefiere no decir su nombre por temor a que el patrón le quite el carro y lo vete. “Así pasa aquí, el que se queja o se pone de revoltoso le quitan el carro, termina tirado y nadie le presta un taxi”, concluye. Son casi 40 los vehículos que noche a noche esperan turno en esta bahía que cubre un cuarto de la ciudad, desde el viejo barrio Colón hasta la calle 31 y de allí hasta el kilómetro 15. Cada 5 minutos, aproximadamente, sale un servicio, los días buenos; un ‘día hueso’, como este miércoles de pre-quincena, tarda más, 10 o 15 minutos. Ésta es una comunidad como cualquiera, hay quienes hablan más de la cuenta, están los que solo escuchan, los que nada les parece y los que no les atrae la conversación y se van a un lado a llenar un crucigrama o a hablar por celular, a la espera del turno. Son como una familia que no se conoce a fondo, cada uno tiene un apodo por muy serio que sea el chofer. “Es raro que aquí llamemos a cada quien por su nombre, nos conocemos por el apodo”, dice ‘El Cote’, uno de ellos. ‘Oñate’, ‘El Gafita’, ‘Luzbell’, ‘Jorge Jr.’, ‘La Truquina’, ‘El Copete’, ‘Cara e’ Tomate’, ‘Carro Chiquito’, ‘Pelirrata’, ‘El Paleta’, ‘Pata Partía’ o ‘El Mono’, son apenas algunos de los ingeniosos alias que usan para simplificar su identidad en esta bahía.

Tienen su computadora

La bahía es como una oficina al aire libre: hay buen personal, cafetería, comentario de pasillo, o más bien de calle, y, por supuesto, hay computadora, que no es más que un cuaderno rayado de 100 hojas que sirve para llevar el control y el orden de los turnos para cada uno de los taxistas. Regularmente es Luisa Yánez, quien la maneja y a ella también le dicen así ‘La Computadora’, no falta el que la piropea y la llama “la computadora más linda del mundo”. El taxista que está varado, es decir, sin carro a su cargo, la apoya como una computadora auxiliar.

Zonas vedadas

Así como sus patrones imponen vetos, los taxistas de la noche también, y no es por arrogancia sino por simple instinto de supervivencia. “Hay barrios a los que uno entra pero no sale bien, en los que te atracan y te atacan. Yo sé que no son personas de esos mismo barrios sino unos cuantos malandros que aprovechan la lejanía y la oscuridad”. Entre esos barrios hacia los que renunciaron a seguir haciendo carreras están: Nuevo Horizonte, Nueva Jerusalén, La Candelaria, y Las Colinas, entre otros.

'El Para Partía' Náfer Pérez Rivero acepta, más que con agrado, con agradecimiento el apodo que le pusieron sus colegas: ‘Pata Partía’. Ese remoquete es como un recordatorio de que es un sobreviviente de las noches detrás de un volante. Pérez, a quien por su pelo candelillo antes solo conocían como ‘El Mono’, sobrevivió a un accidente y lo más impresionante, volvió a caminar y a pisar la chancleta de un taxi. “Yo me accidenté el 27 de febrero de 2010. Un borracho del norte me pasó las llantas de su Hilux por encima de las dos piernas. Me las partió, me las molió, todavía es y siento dolor en mis pies”, cuenta el ahora ‘Pata Partía’. Esa camioneta se lo llevó cuando él empujaba su carro para acomodarlo en la bahía del Norte, en el barrio La Castellana, dicen sus compañeros que a este no le dio tiempo de reaccionar y que cuando lo vieron fue debajo de la Hilux. El agradecimiento con sus colegas no es por otra cosa sino porque fueron incondicionales en esos momentos difíciles. Ante la falta de seguridad social que cubriera los gastos médicos y habiéndose volado aquel borracho ‘pupi’ de la camioneta cuyos número de placa -recuerda ‘El Mono’- eran 017, sus compañeros de bahía fueron los que se preocuparon por él. “Hacían colectas y me ayudaban con las medicinas y si faltaba algo en mi casa también me aportaban. Me traían y me llevaban cuando necesitaba ir a una cita médica”, relata Pérez Rivero, quien 8 meses después volvió a la actividad haciendo relevos, no tiene carro fijo y cuando lo bajan de uno le toca hacer de computadora en este mismo sitio de reunión “Quiero un carro fijo para el rebusque”, concluyó.