Por Orlando Benítez Quintero
Muy pocos aficionados al boxeo saben explicar la razón por la que Francisco Esteban Durango Pérez, más conocido como ‘El Yata’ Durango, nunca pudo abrazar una corona mundial, pero él no se arruga para explicarlo y su razón está más vinculada a la suerte que a sus condiciones: "No tuve un gran empresario".
Pese a que reconoce que el título mundial hubiese sido un gran logro en su carrera, está conforme con lo que hizo sobre los cuadriláteros y porque los golpes dados y recibidos le dejaron más que morados y cicatrices, otras huellas imborrables: amigos y grandes enseñanzas para la vida.
Parado en una de las graderías del hoy coliseo Miguel ‘Happy’ Lora, desde donde muchos aficionados lo vieron derribar oponentes con sus potentes combinaciones, recuerda nostálgico cada uno de esos momentos de gloria y de desazón a lo largo de sus sorprendentes 463 peleas amateurs y 79 profesionales, en 15 años de carrera.
Cuenta que un día del año 1967 pasó por el frente de la casa de Lorenzo ‘El Mono’ O’Higgins, en el barrio La Julia, de Montería, y vio a un grupo de muchachos golpeando sacos y repartiéndose trompadas. Miraba por la cerca y un día se metió al gimnasio. Terminó con los cueros calzados en sus puños y cuando se dio cuenta el ‘El Mono’ lo tenía como su principal pupilo entre los aficionados, por una sola razón, mandaba al piso a todos los que le ponían en frente. Al año siguiente ‘El Yata’ ya estaba combatiendo en veladas que se organizaban en pueblos de la zona rural de la capital de Córdoba, como Nueva Lucía, que era una de las grandes plazas, y también en el ‘Coliseo Mocho’, hoy el ‘Happy’ Lora y que en su época estaba a medio hacer. No olvida que su primer pleito fue en el ’86 ante un púgil de apellido Acosta, a quien noqueó en 4 asaltos.
Ganó nueve títulos nacionales y tres veces fue subcampeón de Colombia. Conquistó un campeonato latinoamericano, en 1972 en Lima, Perú. Su clásico rival como aficionado fue el medallista olímpico cartagenero Alfonso Pérez, quien le amargó la vida en más de una oportunidad. De los siete choques entre estos dos púgiles, el de Cartagena salió airoso en cinco y ‘El Yata’ en dos.
Después de conquistar la gloria en tierras incas Durango dio el esperado salto al profesionalismo. "Fue en este coliseo contra Rodolfo Márquez, de Barranquilla, en la división ligero junior. Le gané por nocaut en el cuarto asalto", cuenta señalando el lugar donde estuvo puesto el ring esa noche.
No fue campeón del mundo pero estuvo muy bien clasificado, sexto en el ranking del Consejo Mundial de Boxeo (CMB) cuando el campeón de esa organización era el nicaragüense Alexis Arguello y había otras superestrellas en lista de espera. Su récord como profesional lo dejó en 79 combates, con 59 nocauts y 7 derrotas.
Curiosamente para ‘El Yata’ algunas de las peleas en las que fue derrotado son de las más memorables para él, tal vez porque no se sintió tan perdedor como los jueces lo marcaron en sus tarjetas. Uno de esos combates desafortunados fue contra Rubén Olivares, en la Ciudad de México, quien fuera campeón mundial de boxeo en cuatro ocasiones. El púgil cordobés perdió por decisión después de los doce asaltos. "Esa pelea se la dieron al mexicano", señala convencido.
Sin embargo, de las peleas que más recuerda son las que sostuvo con el cartagenero Miguel ‘El Turco’ Betruz, verdaderos clásicos regionales alimentados por esa rivalidad deportiva que siempre existió entre Córdoba y Bolívar. "Una de esas peleas se hizo en el estadio Once de Noviembre de Cartagena, lleno hasta las banderas. Fue en el año 1974 y muy bonito porque gané, la gente me aplaudió y quedó contenta con la exhibición que dimos tanto ‘El Turco’ como yo. Allí estaba en juego la calidad boxística de ambos", dice ‘El Yata’, al tiempo que revela que por ese triunfo de visitante se embolsilló un millón de pesos, una suma nada despreciable para la época.
El momento de colgar los guantes llegó a los 33 años, en 1982, el día que perdió con Leonidas Asprilla. "Creo que todavía tenía cuerda para seguir boxeando pero ya tenía el temor a un mal golpe, además yo peleé demasiado", explica Durango.
"Vivo agradecido de las amistades y de la popularidad que me dejó mi paso por el boxeo", dice sonriente nuestro personaje.
Como "el boxeo es un virus que se te mete en la sangre y es difícil de erradicar" -según cuenta ‘El Yata’ le decía ‘El Mono’ O’higgins- Durango sabía que no se podía alejar de los encordados. Fundó el Club Gavilanes en el barrio Alfonso López de Montería y tuvo a su cargo a pugilistas como Orlando Prestán, a los hermanos Vega, a Óscar Salgado, Pablo Ozuna, quien peleó por título mundial; y a Wilfredo ‘El Látigo’ Ruiz, quien también tuvo su oportunidad mundialista. Actualmente tiene a tres muchachos aficionados a su cargo y asiste en la esquina a Luis ‘El Trencito’ Doria.
La carrera de boxeador le permitió conocer 17 países del mundo, entre esos, Perú, México, Costa Rica, Nicaragua, Estados Unidos, Honduras, Argentina y Venezuela.
Actualmente vive en el barrio Policarpa de Montería, al lado de su esposa Luz Marina Aguilar y de sus hijos Francisco Esteban, de 19 años, y Juan Camilo, de 17, a quien también lo picó el virus del boxeo, que ‘El Yata’, curiosamente, le quiere combatir y erradicar, en su rol de padre protector. "Quiero que estudie primero".
"Ese es el mensaje que yo siempre le dejo a los pelaos, que estudien que se preparen para que sepan conducir sus vidas dentro y fuera de la casa, dentro y fuera del bus, arriba o abajo del cuadrilátero".
‘El Yata’ por Rubiyata
Francisco Esteban Durango Pérez fue bautizado ‘El Yata’ en casa de sus abuelos, en La Madera, San Pelayo, tierra de la que es oriundo. "Mi abuelo, Francisco Esteban Durán, fue en una ocasión a Medellín y conoció a un orador reconocido de apellido Rubiyata y apenas regresó de su viaje dijo que a mí me pondrían el mismo. Entonces me empezaron a decir así y por acortar el nombre terminaron diciéndome ‘Yata’. No me bautizaron así pero el apodo me quedó para siempre y vivo feliz con él".
‘El Yata’ Durango superó el trauma de no haber podido alcanzar un título mundial. "Eso depende de la fortuna y hay un dicho que dice: ‘no seas sabio en tu propia opinión’, pero yo sé que era un tremendo boxeador y que me faltó empresario".
"Vivo feliz y sostengo que lo más bonito que me pasó en mi vida fue ser boxeador".
Pese a que reconoce que el título mundial hubiese sido un gran logro en su carrera, está conforme con lo que hizo sobre los cuadriláteros y porque los golpes dados y recibidos le dejaron más que morados y cicatrices, otras huellas imborrables: amigos y grandes enseñanzas para la vida.
Parado en una de las graderías del hoy coliseo Miguel ‘Happy’ Lora, desde donde muchos aficionados lo vieron derribar oponentes con sus potentes combinaciones, recuerda nostálgico cada uno de esos momentos de gloria y de desazón a lo largo de sus sorprendentes 463 peleas amateurs y 79 profesionales, en 15 años de carrera.
Cuenta que un día del año 1967 pasó por el frente de la casa de Lorenzo ‘El Mono’ O’Higgins, en el barrio La Julia, de Montería, y vio a un grupo de muchachos golpeando sacos y repartiéndose trompadas. Miraba por la cerca y un día se metió al gimnasio. Terminó con los cueros calzados en sus puños y cuando se dio cuenta el ‘El Mono’ lo tenía como su principal pupilo entre los aficionados, por una sola razón, mandaba al piso a todos los que le ponían en frente. Al año siguiente ‘El Yata’ ya estaba combatiendo en veladas que se organizaban en pueblos de la zona rural de la capital de Córdoba, como Nueva Lucía, que era una de las grandes plazas, y también en el ‘Coliseo Mocho’, hoy el ‘Happy’ Lora y que en su época estaba a medio hacer. No olvida que su primer pleito fue en el ’86 ante un púgil de apellido Acosta, a quien noqueó en 4 asaltos.
Ganó nueve títulos nacionales y tres veces fue subcampeón de Colombia. Conquistó un campeonato latinoamericano, en 1972 en Lima, Perú. Su clásico rival como aficionado fue el medallista olímpico cartagenero Alfonso Pérez, quien le amargó la vida en más de una oportunidad. De los siete choques entre estos dos púgiles, el de Cartagena salió airoso en cinco y ‘El Yata’ en dos.
Después de conquistar la gloria en tierras incas Durango dio el esperado salto al profesionalismo. "Fue en este coliseo contra Rodolfo Márquez, de Barranquilla, en la división ligero junior. Le gané por nocaut en el cuarto asalto", cuenta señalando el lugar donde estuvo puesto el ring esa noche.
No fue campeón del mundo pero estuvo muy bien clasificado, sexto en el ranking del Consejo Mundial de Boxeo (CMB) cuando el campeón de esa organización era el nicaragüense Alexis Arguello y había otras superestrellas en lista de espera. Su récord como profesional lo dejó en 79 combates, con 59 nocauts y 7 derrotas.
Curiosamente para ‘El Yata’ algunas de las peleas en las que fue derrotado son de las más memorables para él, tal vez porque no se sintió tan perdedor como los jueces lo marcaron en sus tarjetas. Uno de esos combates desafortunados fue contra Rubén Olivares, en la Ciudad de México, quien fuera campeón mundial de boxeo en cuatro ocasiones. El púgil cordobés perdió por decisión después de los doce asaltos. "Esa pelea se la dieron al mexicano", señala convencido.
Sin embargo, de las peleas que más recuerda son las que sostuvo con el cartagenero Miguel ‘El Turco’ Betruz, verdaderos clásicos regionales alimentados por esa rivalidad deportiva que siempre existió entre Córdoba y Bolívar. "Una de esas peleas se hizo en el estadio Once de Noviembre de Cartagena, lleno hasta las banderas. Fue en el año 1974 y muy bonito porque gané, la gente me aplaudió y quedó contenta con la exhibición que dimos tanto ‘El Turco’ como yo. Allí estaba en juego la calidad boxística de ambos", dice ‘El Yata’, al tiempo que revela que por ese triunfo de visitante se embolsilló un millón de pesos, una suma nada despreciable para la época.
El momento de colgar los guantes llegó a los 33 años, en 1982, el día que perdió con Leonidas Asprilla. "Creo que todavía tenía cuerda para seguir boxeando pero ya tenía el temor a un mal golpe, además yo peleé demasiado", explica Durango.
"Vivo agradecido de las amistades y de la popularidad que me dejó mi paso por el boxeo", dice sonriente nuestro personaje.
Como "el boxeo es un virus que se te mete en la sangre y es difícil de erradicar" -según cuenta ‘El Yata’ le decía ‘El Mono’ O’higgins- Durango sabía que no se podía alejar de los encordados. Fundó el Club Gavilanes en el barrio Alfonso López de Montería y tuvo a su cargo a pugilistas como Orlando Prestán, a los hermanos Vega, a Óscar Salgado, Pablo Ozuna, quien peleó por título mundial; y a Wilfredo ‘El Látigo’ Ruiz, quien también tuvo su oportunidad mundialista. Actualmente tiene a tres muchachos aficionados a su cargo y asiste en la esquina a Luis ‘El Trencito’ Doria.
La carrera de boxeador le permitió conocer 17 países del mundo, entre esos, Perú, México, Costa Rica, Nicaragua, Estados Unidos, Honduras, Argentina y Venezuela.
Actualmente vive en el barrio Policarpa de Montería, al lado de su esposa Luz Marina Aguilar y de sus hijos Francisco Esteban, de 19 años, y Juan Camilo, de 17, a quien también lo picó el virus del boxeo, que ‘El Yata’, curiosamente, le quiere combatir y erradicar, en su rol de padre protector. "Quiero que estudie primero".
"Ese es el mensaje que yo siempre le dejo a los pelaos, que estudien que se preparen para que sepan conducir sus vidas dentro y fuera de la casa, dentro y fuera del bus, arriba o abajo del cuadrilátero".
‘El Yata’ por Rubiyata
Francisco Esteban Durango Pérez fue bautizado ‘El Yata’ en casa de sus abuelos, en La Madera, San Pelayo, tierra de la que es oriundo. "Mi abuelo, Francisco Esteban Durán, fue en una ocasión a Medellín y conoció a un orador reconocido de apellido Rubiyata y apenas regresó de su viaje dijo que a mí me pondrían el mismo. Entonces me empezaron a decir así y por acortar el nombre terminaron diciéndome ‘Yata’. No me bautizaron así pero el apodo me quedó para siempre y vivo feliz con él".
‘El Yata’ Durango superó el trauma de no haber podido alcanzar un título mundial. "Eso depende de la fortuna y hay un dicho que dice: ‘no seas sabio en tu propia opinión’, pero yo sé que era un tremendo boxeador y que me faltó empresario".
"Vivo feliz y sostengo que lo más bonito que me pasó en mi vida fue ser boxeador".
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