jueves, 29 de julio de 2010

Festival del Bullerengue en Puerto Escondido


La condena de ‘Pata ‘e Juete’

Por Orlando Benítez Quintero y Alex Pájaro MosqueraRobarse un par de gallinas en Colombia puede costar más que violar o matar. De eso pueden dar testimonio cientos de delincuentes que a diario son dejados en libertad por vencimiento de términos o por un procedimiento mal hecho. También ‘Pata ‘e Juete’, un conocido personaje de El Sabanal, vecino del Presidente Uribe, quien por hurtarse dos de estas aves de corral, dos bafles, una bicicleta vieja, unos bombillos y 50 mil pesos fue condenado a seis años de cárcel y cada vez que está a punto de recobrar la libertad otra condena lo aleja del portón de salida de la Cárcel Nacional Las Mercedes, de Montería.
En esa penitenciaría este personaje pueblerino comparte encierro con asesinos, violadores y otros cacos, ninguno de tan poca monta como él, pero con condenas similares a la suya.
‘Pata ‘e Juete’ se llama Richard Niño Doria y fue capturado el 9 de noviembre de 2007 por la Policía de El Sabanal, llevado a Montería y en menos de lo que canta un gallo a Las Mercedes. Un día antes este joven indocumentado, enfermo de polio –por ello su remoquete: Pata ‘e Juete- y con algún retardo mental, se hurtó su precario botín de la casa de José Luis Negrete Torres en la vereda El Claval, perteneciente al corregimiento El Sabanal, población rural célebre en el país porque allí pernocta con frecuencia el Presidente de Colombia.
La víctima de este robo que todavía estremece a El Sabanal -más por lástima con el condenado delincuente que por su peligrosidad- es José Luis, un inquilino de la casa de María Espeleta, empleada de un juzgado en Montería.
El afectado le contó a las autoridades que el 8 de noviembre de 2007 salió de su casa en El Claval a realizar unas vueltas personales y que al mediodía, cuando regresó, encontró que la puerta de su rancho estaba violada y notó que le hacían falta los bafles de su equipo, 50 mil pesos que estaban en algún lugar y 10 bombillos. Julio Peinado, un vecino, le dijo a este que había visto a ‘Pata ‘e Juete’ salir de esa casa con un saco sobre el hombro corriendo por el potrero. Apoyado en ese testimonio, Negrete Torres denunció el hecho a la Policía que no tardó en llegar a la casa del ladronzuelo y recuperar los elementos robados.
El 2 de enero de 2008 ‘Pata ‘e Juete’ fue condenado a 48 meses de cárcel, es decir 4 años de prisión, por el delito de hurto calificado. Sin saber leer ni escribir ni mucho menos de qué le estaban hablando, el ingenuo acusado aceptó los cargos. Allí empezó su odisea en medio del anhelo por la libertad.
Los familiares del condenado dicen que este nunca contó con la asistencia de un abogado propio durante las audiencias, que fue inducido por algunos funcionarios judiciales para que se allanara a los cargos y para que en su testimonio incluyera cosas que nunca hizo, para obtener beneficios jurídicos y así salir más pronto del ‘hueco’.
Incluso, aseguran que la Defensora Pública que le asignaron al joven le recomendó que se allanara a los cargos, es decir, que aceptara las acusaciones, para así poder obtener rebajas.

A Yamile Doria Yánez, tía de ‘Pata ‘e Juete’, le ha tocado ponerse al frente del caso, pues según ella misma dice la mamá no se pertenece, pues tiene problemas mentales y él no tiene papá. Ella cuenta una historia distinta a la relatada por José Luis Negrete Torres.
Con los documentos del proceso del sobrino en la mano y bajo la sombra de los árboles de su casa pegada al potrero de El Ubérrimo, la finca del Presidente, Yamile sostiene que la historia del crimen de su sobrino empezó un día en que un grupo de soldados, de los que hace casi 8 años abunda en la zona, abordó a ‘Pata ‘e Juete’ y le dio plata para que le comprara marihuana.
El joven tomó el dinero y se lo gastó, nunca compró la droga ni se reportó ante los uniformados. Días después los soldados se lo volvieron a encontrar y le reclamaron por el mandado. Fue entonces cuando, según Yamile, los soldados le pidieron que se robara dos gallinas para ellos hacer un sancocho y así quedarían a paz y salvo.
La tía asegura que además de los bafles, la plata y los bombillos, ‘Pata ‘e Juete’ también sustrajo de la casa del señor Negrete Torres dos gallinas criollas con las que pagó la deuda a los soldados y estas nunca aparecieron porque las alcanzó a entregar antes de que la Policía llegara a capturarlo.
También sostiene que su sobrino fue capturado cuando tenía 17 años y en el proceso se han valido del hecho que es indocumentado para decir que, para la época del robo, era mayor de edad. Además, insiste en que el joven debió tener un trato especial porque no es normal. Sin embargo, en la declaración ante el Juzgado, cuando se allanó a los cargos, Niño Doria dijo que tenía 19 años y no expresó nada sobre su limitación mental. ‘Pata ‘e Juete’ también contó que hacía parte de una banda de roba mulas, en Tierradentro, sur de Córdoba, sin embargo, la tía del joven y varios vecinos de El Sabanal manifiestan que él nunca ha salido de este pueblo.
‘Pata ‘e Juete’ estaba listo para salir de su encierro, sus familiares habían conseguido los 50 mil pesos para cancelar la boleta de salida de La Cárcel Nacional Las Mercedes, pero justo cuando se preparaba para cruzar la puerta le notificaron que no podía irse, porque aún tenía otra cuenta pendiente: una condena de doce meses de prisión por haberse hurtado una bicicleta, la misma en la que se accidentó Norma Cecilia Navarro Yánez.
Para los familiares de Richard Niño Doria, el cielo parecía habérseles venido encima. No entendían lo que estaba pasando y pensaron que se trataba de una mamadera de gallo o que simplemente les estaban tomando el pelo, pero no era ni lo uno ni lo otro. Era la dura realidad. A ‘Pata ‘e Juete’ jurídicamente no se le pudo hacer acumulación procesal, con lo que se habría beneficiado, por lo que le hicieron procesos independientes y en cada uno fue condenado.


En El Sabanal no hay quien no conozca a ‘Pata ‘e Juete’ y quien no se declare sorprendido por su condena.

Norma Cecilia Navarro Yánez, quien fue la persona que sin querer queriendo formuló una denuncia contra ‘Pata e’ Juete’ por la pérdida de una bicicleta en malas condiciones, es prima segunda de él. Ella habló con EL PROPIO, con el ánimo de dar su testimonio para que dejen libre a ‘Pata ‘e Juete’.
“Yo nunca formulé una denuncia oficial contra ese muchacho loco, porque él no es normal, él dice cosas que no son ciertas”, dice Norma Cecilia, recostada en un taburete de un rancho en El Sabanal.
“Yo lo que quise fue encontrar la bicicleta, que no era mía, para devolvérsela a su dueño. Por eso acudí a la Policía de El Sabanal para que la recuperaran, pero los agentes me preguntaron cómo fueron las cosas y yo les conté lo que había pasado. Creí que era una cosa de rutina y que eso no le iba a ocasionar problemas a ese muchacho, pero una intendente jefe de la Policía que estaba acá, fue la que empapeló a ese joven”, relata la sorprendida ‘víctima’ de ‘Pata ‘e Juete’.
A los pocos días la bicicleta fue recuperada y en vez de entregársela al dueño, la llevaron a los patios de la Fiscalía y allá se perdió.
Los hechos
El 5 de noviembre del año 2007, a las 3:30 p.m. Norma Cecilia Navarro Yánez se encontraba haciendo unas vueltas en la vereda El Claval y sufrió un accidente y la bicicleta se le partió, por lo que tomó la decisión de dejarla en casa de Andrés Avelino Doria Yánez para al día siguiente irla a buscar. Pero cuando fue por ella le dijeron que se la habían robado en la noche y que la persona que lo habría hecho era alias ‘Pata ‘e Juete’.
Norma Cecilia Navarro le dijo a la Policía que la bicicleta estaba avaluada en 50 mil pesos.

Segunda entrega

La condena de ‘Pata ‘e Juete’

La justicia colombiana ha sido rigurosa con un ladrón de gallinas del corregimiento El Sabanal, de Montería, vecino del presidente Uribe. ‘Pata ‘e Juete’, como es popularmente conocido en su célebre pueblo lleva casi tres años tras las rejas pagando la pena de sus crímenes: robarse dos gallinas, una vieja bicicleta, dos bafles y 50 mil pesos. La suma de los tres procesos suman seis años de pena.

Indagatoria a Richard Niño Doria
El 9 de noviembre del año 2007, a las 2:10 de la tarde, ‘Pata ‘e Juete’ se sienta frente al juez y cuando le asignaron su turno para que hablara esto dijo: “ mi nombre es Richard Niño Doria, nacido en Montería el 20 de septiembre de 1988, tengo 19 años de edad, soy hijo de María Auxiliadora Doria y a mi papá no lo conocí. Vivo en la vereda El Claval, ubicada en la vía al corregimiento El Sabanal, me apodan ‘el Pata ‘e Juete’, es la primera vez que la Policía me captura y no tengo antecedentes judiciales”.
La Fiscalía procedió a imputarle los cargos de hurto calificado, contra la persona de Norma Cecilia Navarro Yánez y le preguntan ¿qué tiene qué decir al respecto? A lo que respondió: “Sí, yo me la robé. La cogí porque necesitaba 15 mil pesos para irme a Tierradentro. Por la mañana la vendí por 15 mil pesos, una vez me entregaron la plata compré una gaseosa y varios panes y me los comí. Con los 10 mil que me quedaron, me iba a comprar una ‘sim-card’, pero me arrepentí y compré manteca, arroz y los llevé a la casa, frité berenjena y comí con plátano. Me quedaron 2 mil pesos y se los presté a un amigo mío. Eso fue todo”.
“Cuando me capturaron los Policías me preguntaron que dónde estaban las cosas que me había robado y les dije que los bafles estaban dónde el señor Maño, yo mismo los llevé allá y el señor les entregó todo, incluso, la bicicleta”.
Por este caso el Juzgado Segundo Penal Municipal decidió condenar a ‘Pata ‘e Juete’ a doce meses de prisión por el delito de hurto calificado, el mismo que lo mantenía encerrado.
Las gallinas lo mantendrán en la cloaca
En julio de este año Richard Niño Doria estaría, según las cuentas de varios juristas, nuevamente a paz y salvo con la condena de la bicicleta, pero ese día tampoco podrá hacer maletas porque deberá responder por otro de sus delitos: el hurto de dos gallinas de las que como él mismo afirma no se comió una presa porque ese sancocho se lo comieron los soldados que vigilan El Sabanal.
Se trata increíblemente de otro proceso y son doce meses más que le tocará aguantarse tras las rejas.
Los vecinos de El Sabanal, entre los que no están los Uribe, firmaron una carta pidiendo la libertad de ‘Pata ‘e Juete’. Todos lo identifican como una persona ‘atormentada’ con la que habían aprendido a convivir.

¡Auxilio Presidente!
En su tarea de intentar unas salida pronta de ‘Pata ‘e Juete’, la tía le pidió ayuda a su vecino más cercano, Álvaro Uribe Vélez, el Presidente.
Le contó el caso y el primer mandatario, afirma la mujer, le dijo que ese era un asunto de la justicia y que él, por competencia, no podía intervenir. Sin embargo, Uribe le hizo un llamado a la Procuraduría General de la Nación para que revisara el caso de su vecino desafortunado.
Ella, sin entender mucho lo que su ilustre vecino le dijo el 1º de enero de 2010 en el Ubérrimo, salió convencida de que las cosas para ‘Pata e’ Juete’ iban a mejorar, cómo no, si acababa de hablar con la primera autoridad.
Al poco tiempo la tía recibió en su casa un documento de la Procuraduría, se emocionó porque había funcionado la visita al Presidente. Sin embargo, en las tres hojas de la carta se le explica que ese ente hizo una revisión del proceso en el Juzgado de Ejecución de Penas y no encontró nada raro, que todo era legal y ajustado a derecho.
“Yo no estoy diciendo que mi sobrino no se haya robado nada de eso, seguro lo hizo. Creo que ya es suficiente castigo tres años encerrado. Él es una persona enferma y conocida aquí en El Sabanal”, dice.
Así es la justicia
En resumen Richard Niño Doria fue condenado a pagar unos seis años de Cárcel si se suman sus condenas. Curiosa la justicia, el ex jefe paramilitar Salvatore Mancuso Gómez, quien ha confesado haber cometido cerca de 800 crímenes no podría pagar más de 8 años de cana en Colombia por haberse acogido a la famosa Ley de Justicia y Paz.
Y no es solo ese caso, el futbolista del Junior de Barranquilla Javier Flórez, quien asesinó a sangre fría a un hincha no duró preso más de tres meses, tiene casa por cárcel y le permiten trabajar en lo que más le gusta: jugar fútbol.
Entonces este roba-gallinas, podría ser, según su condena, tal vez más peligroso que el ex jefe para y el futbolista.

miércoles, 28 de julio de 2010

La felicidad más grande fue ser boxeador: ‘El Yata’ Durango

Por Orlando Benítez Quintero
Muy pocos aficionados al boxeo saben explicar la razón por la que Francisco Esteban Durango Pérez, más conocido como ‘El Yata’ Durango, nunca pudo abrazar una corona mundial, pero él no se arruga para explicarlo y su razón está más vinculada a la suerte que a sus condiciones: "No tuve un gran empresario".
Pese a que reconoce que el título mundial hubiese sido un gran logro en su carrera, está conforme con lo que hizo sobre los cuadriláteros y porque los golpes dados y recibidos le dejaron más que morados y cicatrices, otras huellas imborrables: amigos y grandes enseñanzas para la vida.
Parado en una de las graderías del hoy coliseo Miguel ‘Happy’ Lora, desde donde muchos aficionados lo vieron derribar oponentes con sus potentes combinaciones, recuerda nostálgico cada uno de esos momentos de gloria y de desazón a lo largo de sus sorprendentes 463 peleas amateurs y 79 profesionales, en 15 años de carrera.
Cuenta que un día del año 1967 pasó por el frente de la casa de Lorenzo ‘El Mono’ O’Higgins, en el barrio La Julia, de Montería, y vio a un grupo de muchachos golpeando sacos y repartiéndose trompadas. Miraba por la cerca y un día se metió al gimnasio. Terminó con los cueros calzados en sus puños y cuando se dio cuenta el ‘El Mono’ lo tenía como su principal pupilo entre los aficionados, por una sola razón, mandaba al piso a todos los que le ponían en frente. Al año siguiente ‘El Yata’ ya estaba combatiendo en veladas que se organizaban en pueblos de la zona rural de la capital de Córdoba, como Nueva Lucía, que era una de las grandes plazas, y también en el ‘Coliseo Mocho’, hoy el ‘Happy’ Lora y que en su época estaba a medio hacer. No olvida que su primer pleito fue en el ’86 ante un púgil de apellido Acosta, a quien noqueó en 4 asaltos.
Ganó nueve títulos nacionales y tres veces fue subcampeón de Colombia. Conquistó un campeonato latinoamericano, en 1972 en Lima, Perú. Su clásico rival como aficionado fue el medallista olímpico cartagenero Alfonso Pérez, quien le amargó la vida en más de una oportunidad. De los siete choques entre estos dos púgiles, el de Cartagena salió airoso en cinco y ‘El Yata’ en dos.
Después de conquistar la gloria en tierras incas Durango dio el esperado salto al profesionalismo. "Fue en este coliseo contra Rodolfo Márquez, de Barranquilla, en la división ligero junior. Le gané por nocaut en el cuarto asalto", cuenta señalando el lugar donde estuvo puesto el ring esa noche.
No fue campeón del mundo pero estuvo muy bien clasificado, sexto en el ranking del Consejo Mundial de Boxeo (CMB) cuando el campeón de esa organización era el nicaragüense Alexis Arguello y había otras superestrellas en lista de espera. Su récord como profesional lo dejó en 79 combates, con 59 nocauts y 7 derrotas.
Curiosamente para ‘El Yata’ algunas de las peleas en las que fue derrotado son de las más memorables para él, tal vez porque no se sintió tan perdedor como los jueces lo marcaron en sus tarjetas. Uno de esos combates desafortunados fue contra Rubén Olivares, en la Ciudad de México, quien fuera campeón mundial de boxeo en cuatro ocasiones. El púgil cordobés perdió por decisión después de los doce asaltos. "Esa pelea se la dieron al mexicano", señala convencido.
Sin embargo, de las peleas que más recuerda son las que sostuvo con el cartagenero Miguel ‘El Turco’ Betruz, verdaderos clásicos regionales alimentados por esa rivalidad deportiva que siempre existió entre Córdoba y Bolívar. "Una de esas peleas se hizo en el estadio Once de Noviembre de Cartagena, lleno hasta las banderas. Fue en el año 1974 y muy bonito porque gané, la gente me aplaudió y quedó contenta con la exhibición que dimos tanto ‘El Turco’ como yo. Allí estaba en juego la calidad boxística de ambos", dice ‘El Yata’, al tiempo que revela que por ese triunfo de visitante se embolsilló un millón de pesos, una suma nada despreciable para la época.
El momento de colgar los guantes llegó a los 33 años, en 1982, el día que perdió con Leonidas Asprilla. "Creo que todavía tenía cuerda para seguir boxeando pero ya tenía el temor a un mal golpe, además yo peleé demasiado", explica Durango.
"Vivo agradecido de las amistades y de la popularidad que me dejó mi paso por el boxeo", dice sonriente nuestro personaje.
Como "el boxeo es un virus que se te mete en la sangre y es difícil de erradicar" -según cuenta ‘El Yata’ le decía ‘El Mono’ O’higgins- Durango sabía que no se podía alejar de los encordados. Fundó el Club Gavilanes en el barrio Alfonso López de Montería y tuvo a su cargo a pugilistas como Orlando Prestán, a los hermanos Vega, a Óscar Salgado, Pablo Ozuna, quien peleó por título mundial; y a Wilfredo ‘El Látigo’ Ruiz, quien también tuvo su oportunidad mundialista. Actualmente tiene a tres muchachos aficionados a su cargo y asiste en la esquina a Luis ‘El Trencito’ Doria.
La carrera de boxeador le permitió conocer 17 países del mundo, entre esos, Perú, México, Costa Rica, Nicaragua, Estados Unidos, Honduras, Argentina y Venezuela.
Actualmente vive en el barrio Policarpa de Montería, al lado de su esposa Luz Marina Aguilar y de sus hijos Francisco Esteban, de 19 años, y Juan Camilo, de 17, a quien también lo picó el virus del boxeo, que ‘El Yata’, curiosamente, le quiere combatir y erradicar, en su rol de padre protector. "Quiero que estudie primero".
"Ese es el mensaje que yo siempre le dejo a los pelaos, que estudien que se preparen para que sepan conducir sus vidas dentro y fuera de la casa, dentro y fuera del bus, arriba o abajo del cuadrilátero".
El Yata’ por Rubiyata
Francisco Esteban Durango Pérez fue bautizado ‘El Yata’ en casa de sus abuelos, en La Madera, San Pelayo, tierra de la que es oriundo. "Mi abuelo, Francisco Esteban Durán, fue en una ocasión a Medellín y conoció a un orador reconocido de apellido Rubiyata y apenas regresó de su viaje dijo que a mí me pondrían el mismo. Entonces me empezaron a decir así y por acortar el nombre terminaron diciéndome ‘Yata’. No me bautizaron así pero el apodo me quedó para siempre y vivo feliz con él".
‘El Yata’ Durango superó el trauma de no haber podido alcanzar un título mundial. "Eso depende de la fortuna y hay un dicho que dice: ‘no seas sabio en tu propia opinión’, pero yo sé que era un tremendo boxeador y que me faltó empresario".
"Vivo feliz y sostengo que lo más bonito que me pasó en mi vida fue ser boxeador".

Yo soy el mismo: Benito Pastrana

Por Orlando Benítez Quintero
Después de 14 entradas lanzadas y con el brazo derecho soplado por la hinchazón, ‘El Morocho’ Herrera miró pidiéndole compasión a su manager, el brazo estaba que se le caía por el esfuerzo. El piloto de la novena de Villa Clara entendió el mensaje, miró para su precario ‘bull pen’, pero no había de donde y no le quedó de otra, le dio una palmada en la espalda a su estelar abridor y le dijo con autoridad: "¡Qué me miras, tú eres el mismo!"
Ese era Benito José Pastrana Gómez, un polifacético personaje del béisbol cordobés con apellido de presidentes godos, como él, quien toda su vida ha aplicado la misma orden dada a ese lanzador, al que por poco le acaba el brazo. ‘El Beni’ siempre "es el mismo" para lo que se presente. Comentarista deportivo, estadígrafo, manager de béisbol, ‘umpire’ o árbitro, anotador y compilador y hasta comentarista de corralejas. También: maestro de escuela pública, secretario de juzgado, juez, auxiliar de tesorería, secretario de Gobierno y hasta alcalde encargado de San Carlos. ¿Qué es lo que no ha hecho Benito?
Incursionó tarde en el béisbol, a los 40 años, y nunca jugó pelota a nivel competitivo. La radio fue su maestra, aprendió imaginándose las jugadas descritas por Pedro Nel Zapateiro, Álvaro Díaz Arrieta, Luis Guzmán Dumet y José Gabriel Montes, los narradores de la época grande del béisbol de primera en Córdoba.
Un día decidió poner en práctica lo que había aprendido a sus maestros de la banda AM y reunió un grupo de muchachos para conformar la primera novena de béisbol del caserío. De un roble caído hicieron sus pesados bates, de las viejas camas de tijera tomaron la lona rota para hacer las manillas, consiguieron rollos de esparadrapo para hacer una que otra pelota y cada jugador se compró su ‘amansa loco’, una camisa óptima para el trabajo campesino, que les servía como uniforme. La plaza principal del pueblo se convirtió en diamante. Practicando el auténtico béisbol de potrero -poca técnica y mucha fuerza- Guayabal participó en el campeonato departamental de ascenso, que era la segunda división del torneo de primera, y quién más podría ser el técnico, Benito. Entre triunfos y palizas en contra, los guayabeleros quedaron cuartos.
Después de esa experiencia y de haber ocupado un sinnúmero de cargos, se acabó su paso por la burocracia, la política lo sacó de San Carlos. Transcurría el año de 1985, Pastrana Gómez y su familia se fueron para Montería. ‘El Beni’ era un aprendiz de manager y decidió seguir metido para aprender más del béisbol.
Entonces se vinculó al Club Las Delicias, de la capital cordobesa como manager de categorías menores y no paró allí, pues también pasó por clubes como El Prado y Talentos, en el béisbol aficionado, y hasta en el profesionalismo con el Club Cardenales de Montería, del cual alcanzó a ser coach.
Fue campeón en todas las categorías menores. En primera se coronó 4 títulos como coach de Los Tigres, al lado del manager Rafael Imbert Salas, de quien dice estar muy agradecido porque fue al que más le ha aprendido. Además, fue dos veces subcampeón con la novena de San Antero. También fue subcampeón nacional con una selección de la categoría infantil.
Adolfo Gómez, Ever Ballesteros, ‘El Morocho’ Herrera, ‘Pilatico’ Rodríguez, Wiston Coy, Jorge Cordero, ‘Pimporro’ Jawasly, Ismael Morales, fueron algunos de los jugadores a su cargo.
Pero como siempre en su vida, Benito no podía hacer una sola cosa dentro de la pelota. Un día en un juego amistoso en el estadio 18 de Junio faltó alguien que se parara detrás del plato a cantar bolas y stikes y él dijo: "yo soy el mismo". Le quedó gustando, se vinculó al Colegio Departamental de Árbitros de Béisbol y luego a la Escuela Municipal de Árbitros de Montería. Hizo los cursos y tiene los carnés que lo acreditan, además, como anotador.
Detrás del plato, con pelotazos a 90 millas por hora, son muchas las anécdotas, pero tal vez la que más recuerda, porque a muchos les cuesta trabajo creerle, fue un juego donde los pitchers abridores poncharon a 34 bateadores. Recuerda que fue un partido entre San Bernardo del Viento y Cardenales en el estadio 18 de Junio. "Mi amigo Róbinson Suárez Ospino, quien narraba el juego, se molestó conmigo y decía que San Bernardo tenía un santo, San Benito", dice entre carcajadas y descarta que él les haya ayudado. Asegura que fueron ponches genuinos.
Al periodismo deportivo se vinculó en una entrevista. Un día, cuando terminó un juego de su novena Guayabal en el béisbol de ascenso, a Enrique Avilez Ortiz, quien transmitía por RCN, le gustaron sus comentarios. Sin embargo, la primera vez que lo invitó a transmitir algo, no fue precisamente un deporte, fue una corraleja. Le dijeron que si se le medía y dijo otra vez: "yo soy el mismo".
Ese fue el comienzo. Fundó el programa Por los Campos del Deporte y no dejó de alternar el deporte con los toros junto a Róbinson Monterrosa, Gustavo Rojas Gabalo (q.e.p.d.), Manuel García Segura y Eduardo Reyes Berrocal. Y no podía ser de otra forma, Benito, ha estado detrás de los micrófonos de casi todas las emisoras de Córdoba: La Voz de Montería, Radio Progreso de Córdoba, Radio Panzenú, Caracol, RCN y La Voz del Sinú de Todelar. Hasta incursionó en la televisión, hoy tiene el programa ‘Extra-inning’, que se transmite por el Canal Montería.
Ha hecho llave con los mejores narradores y comentaristas. Humberto González Kerguelén, Napoleón Perea, Marcos Pérez, Álvaro Díaz, Róbinson Suárez, Lucho Bula Calderín y Javi López, quienes han sido sus maestros y compañeros.
Benito Pastrana tiene 5 hijos, uno solo, Paulo César, se inclinó por el comentario deportivo y hoy es su compañero de fórmula. Vive en el barrio Edmundo López, de Montería, su pueblo natal. Este personaje de nuestro deporte dice que seguirá midiéndosele a todo en el béisbol, tanto que volverá a dirigir categorías menores con el club Asodesi de Montería. "Seguiré diciendo que soy el mismo hasta que se acabe mi vida. El béisbol no me ha dado plata, pero sí muchas relaciones y amigos", dice Benito sentado en una de las cabinas del 18 de Junio, de las que tantas veces ha mirado y comentado.
En ese mismo lugar confesó que casi le acaba el brazo con los 14 innigs a ‘el Morocho’, pero también asegura que solo aplicando su filosofía pudo ganar ese juego kilométrico.

Los invitaron a reunirse con la muerte


Por Orlando Benítez Quintero y Alex Pájaro Mosquera
"Señores, los invitamos a una reunión".
Con esas palabras los 15 hombres encapuchados que llegaron la tarde del domingo 18 de julio a la vereda Colonia El 72, perteneciente al corregimiento Villa Fátima, en zona rural del municipio Buenavista, llevaron a media docena de hombres a una cita con la muerte.
No se les veía la cara, un trapo o un poncho les servía de capucha. Iban fuertemente armados y traían afilados machetes amarrados al cinto.
El primero en ser invitado fue Abraham Lozano Martínez, un campesino del caserío, quien era operador de motosierra y jornalero. Abraham se acababa de bajar de su moto cuando fue abordado por uno de los encapuchados, quien le pidió que lo siguiera hasta la escuela y le quitó el celular. Él, atemorizado, no opuso resistencia y siguió a pié la marcha con el grupo de desconocidos.
Pocos metros después, estaba Jairo Miguel Martínez Torres, encaramado poniéndole un plástico al techo de los billares que estaba montando en El 72. Bajó por la escalera al escuchar el llamado y junto a Abraham continuaron el paso hacia un sangriento final.
Entraron a un potrero y debajo de un frondoso árbol degollaron de un machetazo a Jairo Miguel. Mientras Abraham veía derramar la sangre de su primo.
Volvieron al camino y antes de que pidiera compasión, uno de los encapuchados desenfundó su rula y se la deslizó con fuerza por la garganta. Allí murió desangrado Abraham, el charco de sangre quedó en el lugar reemplazando el olor fresco de los pastizales por el desagradable olor a muerte.
Pero el sangriento recorrido había empezado antes de estos dos ajusticiamientos. Dos kilómetros antes de encontrarse con Abraham, los encapuchados entraron al campamento Volantín, de la hacienda La Uruguaya, y allí degollaron a un menor de 14 años de edad. Se trataba de Andrés Felipe Lozano, hijo de Abraham.
Los verdugos no detuvieron su criminal caminata y más adelante se toparon con Raúl Ignacio Martínez Torres, hermano de Jairo Miguel, primo de Abraham y de Andrés Felipe. Él caminó junto a ellos unos dos kilómetros hasta cuando decidieron quitarle la vida de la misma forma como lo hicieron con sus tres parientes.
Es aquí cuando termina trágicamente el suplicio para la familia Lozano Martínez e inicia el calvario para los Hernández. Ellos, sin sospechar que las manos de los 15 hombres venían manchadas de sangre conocida, recibieron la misma invitación. Sin forma alguna de poder resistirse, el joven Néver Manuel Acevedo Hernández y su tío Rafael Enrique Hernández se sumaron a la macabra marcha. No se sabe quién cayó primero, pero la sangre de los dos corrió y manchó la tierra, eran chorros que brotaban de sus gargantas.
El escuadrón de la muerte de esa tarde-noche en la vereda Colonia El 72, esparció los seis cuerpos en un radio de acción de ocho kilómetros.
Fue silencioso, porque a pesar de que el comando de encapuchados portaba sofisticadas armas de fuego de largo alcance, no las utilizaron. Nadie escuchó nada y ninguno de los que supo del paso de este grupo criminal se atrevió a averiguar que había pasado esa noche. Temerosos prefirieron refugiarse en sus casas de bahareque y tabla a esperar el día.
Todo indica que los asesinos prefirieron las armas blancas para ejecutar a sus víctimas, no querían hacer ruido porque en horas de la tarde, antes de su incursión, hombres de la Policía habían realizado un patrullaje de rutina por el pueblo.
Una vez el comando armado creyó haber cumplido su misión salieron del caserío de la misma forma en la que ingresaron, a pie y silenciosamente.
Ellos se habían encargado de que sus víctimas se reunieran con la muerte.

Las víctimas
-Jairo Miguel Martínez Torres,
de 42 años, había llegado a la Colonia El 72, procedente de Buenavista, con la intención de montar allí una cantina, junto a su compañera sentimental, con quien llevaba compartiendo apenas un mes. La muerte le impidió terminar su proyecto.
-Raúl Ignacio Martínez Torres
, tenía 36 años de edad, vivía en esa población junto a su mujer y sus cinco hijos, más otro que viene en camino. Era aserrador y jornalero.
-Abraham Lozano Martínez,
de 40 años de edad, era un campesino de la región. Años atrás había trabajado como carnicero en Buenavista. Dejó a su esposa y a seis hijos.
-Andrés Felipe Lozano,
de 14 años de edad, hijo de Abraham Lozano Martínez.
-Rafael Enrique Hernández Acevedo,
de 65 años de edad, era nativo de esa zona y se dedicaba a labores del campo.
-Néver Manuel Acevedo Hernández,
de 24 años de edad, sobrino de Rafael Enrique Hernández Acevedo. Había llegado hacía 8 días a El 72, después de trabajar algún tiempo en el Bajo Cauca antioqueño.
"Fueron ‘los paisas’"
El comandante de la Policía en Córdoba, coronel Pedro Angelo Franco Sanabria, dijo que el grupo de hombres que ejecutó la masacre se identificó como integrante de la banda criminal ‘los paisas’. El oficial manifestó que la masacre podría ser una retaliación, tras la captura de un miembro de esa organización criminal ese mismo día, a las 3:30 de la tarde, es decir, dos horas antes de la masacre. El coronel señaló que al individuo capturado se le halló una pistola, 45 cartuchos para la misma y un radio portátil. "A este sujeto se le va a incriminar por estos dolorosos hechos", apuntó Franco Sanabria.
Asumen el control
El comandante de la Brigada 11 del Ejército, coronel, Juan Pablo Forero Tascón, dijo que ya fue enviado un pelotón de soldados a la zona con la misión de perseguir y dar captura a los autores materiales de la cruenta acción en El 72. El oficial manifestó que esta matanza ocurrió a escasos 20 kilómetros, en línea recta, de la vereda Los Córdobas, sitio donde el pasado 29 de junio fueron masacradas cinco personas. Una acción que le fue atribuida a ‘las águilas negras’.