Por Orlando Javier Benítez Quintero
Parece un duende que se refugia tras la oscuridad y los números del tablero del estadio de béisbol 18 de Junio de Montería. Un hombre anónimo que hace visibles los resultados para los fanáticos de la pelota caliente que disfrutan en las graderías.
Para los que no saben, las bolas, los strikes, los outs, las carreras y todos los números blancos del viejo tablero no cambian solos y tampoco los manipula un sistema electrónico. Desde hace 27 años quien corre de un lado a otro y de arriba a abajo por el interior de la ya podrida estructura de madera, zinc y cemento es Luis Felipe Martínez Pimienta, más conocido como ‘El Ñato’, a quien nada más hay que ver para saber el por qué del apodo.
Un día dejó de corretear las bolas que superaban la cerca del estadio -su primer trabajo en el mundo del béisbol fue el de recoge bolas- se ganaba unos cuantos centavos por recuperar las esféricas. Se capacitó y rápidamente se hizo el tablerista oficial del máximo escenario del béisbol en Córdoba. Recuerda con especial aprecio a ‘El Curro’ García, quien es el responsable de que ‘El Ñato’ esté hoy sentado entre números, detrás de los jardines del estadio 18 de Junio. "Él era el presidente de la Liga de Béisbol de Córdoba y fue el que me permitió entrar a este tablero en el que llevo ya muchos años", dice agazapado en un rincón de la que es su casa cada vez que hay béisbol. Mientras no pierde detalle de las jugadas que se dan en el juego, este personaje no acepta dudas sobre su precisión a la hora de reportar las anotaciones y dice con autoridad: "yo no me equivoco. La experiencia no se improvisa".
Con la misma firmeza que defiende la fidelidad de los datos que cuelga en cada juego, ‘El Ñato’ manifiesta que no recuerda haber faltado a ningún partido de béisbol en el 18 de Junio, desde la fecha en la que se hizo tablerista.
Recuerda que la primera vez que se paró detrás de ese cuadro negro fue en un juego del béisbol departamental, cuando en Córdoba la pelota despertaba aún más pasión y cuando el estadio se llenaba hasta las banderas todos los fines de semana. Sin embargo, no puede acordarse con exactitud qué equipos se enfrentaron aquella tarde hace 27 años. "Es que esos domingos se jugaban varios partidos aquí en el estadio", dice queriendo justificar su olvido.
Describe su singular oficio como "muy complicado" porque "hay que correr de un lado a otro, ser preciso y saber de béisbol", señala. "Yo en realidad soy un auxiliar del anotador oficial e igual que él debo saber cuando la jugada es hit, cuando es error, estar pendiente cuando el árbitro canta bolas y strikes para seguir bien el conteo entre pitcher y bateador", cuenta ‘El Ñato’ sin dejar de indicar que lo más duro es llenar manualmente el resumen final, es decir, donde quedan consignados las estadísticas (hits, bolas, turnos al bate y demás). Para cumplir bien con su tarea maratónica requirió del apoyo de otras personas. "Antes yo tenía dos asistentes, pero la cosa se puso mala y ahora solo tengo uno". Habla de Gustavo Lara Martínez, su sobrino, quien lo acompaña desde hace 17 años en el tablero.
Afortunadamente, dice, "llevo el béisbol en la sangre" y como a cualquier aficionado lo emociona una buena jugada y celebra, allá donde nadie lo ve, cuando el equipo de casa gana o hace una buena jugada. También sufre cuando le toca colgar los datos de una derrota.
Recuerdos
Como tiene alma de aficionado dice que le gustan los Yankees de Nueva York y su razón es sencilla: "porque son los mejores". Pero así mismo recuerda novenas del béisbol doméstico como Cardenales, Universidad de Córdoba y Droguería Olímpica, de Lorica, según él, de los mejores equipos que jugaron en el béisbol departamental.
Sin embargo, el episodio más feliz que casi termina en tragedia familiar le ocurrió el 24 de Julio de 1988, cuando Córdoba le ganó la final nacional a Bolívar. "Eso fue muy emocionante había mucha gente aquí en el estadio, no cabía ni un alfiler. Todos saltamos, festejamos cuando se cogió el último out para que ganara Córdoba y fue tanta la emoción que a mi sobrino, que ya me estaba ayudando a anotar, estuvo a punto de darle un paro cardíaco", cuenta entre risas.
Así también rememora momentos y marcas históricas de las que ha sido testigo de primera mano. "Un norteamericano que jugaba para el equipo Café Universal, en el campeonato profesional, metió la bola hasta el tablero. Entró por el cuadro del sexto inning, fue algo impresionante, que nadie ha repetido. El jonrón más grande que he visto en mi vida", narra mostrando el lugar por donde entró esa bola como misil, la cual guarda con recelo en su casa.
Así también menciona los que para él han sido los mejores jugadores que ha visto en su estadio. Abel Leal, de Bolívar; los americanos Mike Chapenson y Van Hayen, y los venezolanos Juan Francia y Javier Colina, están en su ‘line up’ (nómina).
‘El Ñato’ dice que no está entrenando a nadie en el arte de manejar el tablero porque él todavía tiene cuerda para rato. Tampoco lo asusta la remodelación a la que será sometida su casa (el estadio), más bien lo emociona porque va a estrenar tablero.
Así como los duendes cuidan de los bosques, Luis Felipe Martínez Pimienta, cuida de los resultados en el tablero, detrás, también de los bosques (o jardines) del campo.
Parece un duende que se refugia tras la oscuridad y los números del tablero del estadio de béisbol 18 de Junio de Montería. Un hombre anónimo que hace visibles los resultados para los fanáticos de la pelota caliente que disfrutan en las graderías.
Para los que no saben, las bolas, los strikes, los outs, las carreras y todos los números blancos del viejo tablero no cambian solos y tampoco los manipula un sistema electrónico. Desde hace 27 años quien corre de un lado a otro y de arriba a abajo por el interior de la ya podrida estructura de madera, zinc y cemento es Luis Felipe Martínez Pimienta, más conocido como ‘El Ñato’, a quien nada más hay que ver para saber el por qué del apodo.
Un día dejó de corretear las bolas que superaban la cerca del estadio -su primer trabajo en el mundo del béisbol fue el de recoge bolas- se ganaba unos cuantos centavos por recuperar las esféricas. Se capacitó y rápidamente se hizo el tablerista oficial del máximo escenario del béisbol en Córdoba. Recuerda con especial aprecio a ‘El Curro’ García, quien es el responsable de que ‘El Ñato’ esté hoy sentado entre números, detrás de los jardines del estadio 18 de Junio. "Él era el presidente de la Liga de Béisbol de Córdoba y fue el que me permitió entrar a este tablero en el que llevo ya muchos años", dice agazapado en un rincón de la que es su casa cada vez que hay béisbol. Mientras no pierde detalle de las jugadas que se dan en el juego, este personaje no acepta dudas sobre su precisión a la hora de reportar las anotaciones y dice con autoridad: "yo no me equivoco. La experiencia no se improvisa".
Con la misma firmeza que defiende la fidelidad de los datos que cuelga en cada juego, ‘El Ñato’ manifiesta que no recuerda haber faltado a ningún partido de béisbol en el 18 de Junio, desde la fecha en la que se hizo tablerista.
Recuerda que la primera vez que se paró detrás de ese cuadro negro fue en un juego del béisbol departamental, cuando en Córdoba la pelota despertaba aún más pasión y cuando el estadio se llenaba hasta las banderas todos los fines de semana. Sin embargo, no puede acordarse con exactitud qué equipos se enfrentaron aquella tarde hace 27 años. "Es que esos domingos se jugaban varios partidos aquí en el estadio", dice queriendo justificar su olvido.
Describe su singular oficio como "muy complicado" porque "hay que correr de un lado a otro, ser preciso y saber de béisbol", señala. "Yo en realidad soy un auxiliar del anotador oficial e igual que él debo saber cuando la jugada es hit, cuando es error, estar pendiente cuando el árbitro canta bolas y strikes para seguir bien el conteo entre pitcher y bateador", cuenta ‘El Ñato’ sin dejar de indicar que lo más duro es llenar manualmente el resumen final, es decir, donde quedan consignados las estadísticas (hits, bolas, turnos al bate y demás). Para cumplir bien con su tarea maratónica requirió del apoyo de otras personas. "Antes yo tenía dos asistentes, pero la cosa se puso mala y ahora solo tengo uno". Habla de Gustavo Lara Martínez, su sobrino, quien lo acompaña desde hace 17 años en el tablero.
Afortunadamente, dice, "llevo el béisbol en la sangre" y como a cualquier aficionado lo emociona una buena jugada y celebra, allá donde nadie lo ve, cuando el equipo de casa gana o hace una buena jugada. También sufre cuando le toca colgar los datos de una derrota.
Recuerdos
Como tiene alma de aficionado dice que le gustan los Yankees de Nueva York y su razón es sencilla: "porque son los mejores". Pero así mismo recuerda novenas del béisbol doméstico como Cardenales, Universidad de Córdoba y Droguería Olímpica, de Lorica, según él, de los mejores equipos que jugaron en el béisbol departamental.
Sin embargo, el episodio más feliz que casi termina en tragedia familiar le ocurrió el 24 de Julio de 1988, cuando Córdoba le ganó la final nacional a Bolívar. "Eso fue muy emocionante había mucha gente aquí en el estadio, no cabía ni un alfiler. Todos saltamos, festejamos cuando se cogió el último out para que ganara Córdoba y fue tanta la emoción que a mi sobrino, que ya me estaba ayudando a anotar, estuvo a punto de darle un paro cardíaco", cuenta entre risas.
Así también rememora momentos y marcas históricas de las que ha sido testigo de primera mano. "Un norteamericano que jugaba para el equipo Café Universal, en el campeonato profesional, metió la bola hasta el tablero. Entró por el cuadro del sexto inning, fue algo impresionante, que nadie ha repetido. El jonrón más grande que he visto en mi vida", narra mostrando el lugar por donde entró esa bola como misil, la cual guarda con recelo en su casa.
Así también menciona los que para él han sido los mejores jugadores que ha visto en su estadio. Abel Leal, de Bolívar; los americanos Mike Chapenson y Van Hayen, y los venezolanos Juan Francia y Javier Colina, están en su ‘line up’ (nómina).
‘El Ñato’ dice que no está entrenando a nadie en el arte de manejar el tablero porque él todavía tiene cuerda para rato. Tampoco lo asusta la remodelación a la que será sometida su casa (el estadio), más bien lo emociona porque va a estrenar tablero.
Así como los duendes cuidan de los bosques, Luis Felipe Martínez Pimienta, cuida de los resultados en el tablero, detrás, también de los bosques (o jardines) del campo.
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